lunes, 21 de marzo de 2011

Recordando a Cranmer y al almirante Seymour

Hemos entrado en 21 de marzo, y para esta fecha había pensado elaborar un documental narrado con voz e imagen sobre la biografía, obra y figura de Thomas Cranmer, no sólo desde su contexto, sino también intentando dar una perspectiva vista desde nuestro siglo. Y pese a que hubiese sido la fecha más significativa del año para llevar a cabo esa idea tal y y como había planeado, es un proyecto que sigue estando en pie. Haciendo alarde de una de las características más reseñables del hombre que va a ocupar estas lineas, la paciencia, ese modesto y discreto documento experimental tendrá que esperar a una ocasión en la que tanto el tiempo como las circunstancias personales sean las propicias.

Con esa intención aún presente, me gustaría de todos modos aprovechar este día para escribir una entrada, y voy a hacerlo del modo en el que quizá a él le habría gustado, haciendo uso de la palabra, de la divulgación, y de aquello que convirtió en una de las principales causas contra las que hacer manifiesto, que la educación se distribuyese de tal modo que hoy, después de 500 años, podamos estudiar los acontecimientos de entonces con tal facilidad que en su tiempo habría resultado tan insólita como alentadora. Pero no me engaño, porque sé que seguramente hoy, este hombre estaría de igual modo insatisfecho al encontrar una sociedad que es incapaz de aprovechar los medios de los que dispone para dichos fines, sino para convertirlos a los esquemas del agujero negro cultural de nuestros días, en el que se da prioridad a esa supuesta diversión banal y desvalorizada de todo cuanto él apreciaba.

De Thomas Cranmer puedo decir que he leído e investigado muchísimo. Es uno de los personajes históricos sobre el que más he leído, y del que nunca me parece suficiente, porque cuanto más conozco, más insatisfecha me siento, y más querría conocer. Al igual que no dejo de leer sobre él, tampoco dejo de rastrear su pasado a través de las huellas que permanecen visibles, y de las que aún hoy podemos ser testigos a través de las palabras escritas de su puño y letra, siendo complementadas por las de aquellos historiadores y teólogos que nos ayudan a conocer quien fue, y a analizar sus estudios teológicos no precisamente al uso, con un lirismo de retazos sentimentales y un uso de palabras complejas, que dificultan el inglés antiguo de las narraciones.

Pero no siempre escribía desde la erudición. En sus homilías no utiliza términos precisos para que pudieran ser entendidas, no por todos, pero sí por aquellos que tenían una educación teológica básica. Lo cierto es que adentrarse en la teología de Cranmer, resulta fascinante, porque su comprensión bíblica está estrechamente relacionada con el corazón humano. Cree que la concupiscencia del cuerpo mortal hace imposible ser virtuoso, y precisamente uno de los puntos que destaca, es que Dios salva a quien no merece ser salvado, y es de ese modo como entra en el terreno de la justificación por la fe, en la que la gracia de Dios es mostrada a los indignos. Según he podido interpretar, ese es quizá su principio teológico fundamental, así como enfatiza en el rechazo de la teología medieval de la salvación, y en el rechazo de ese concepto escolástico del sacerdocio y los sacramentos.

Por todo ello, Cranmer ni fue, ni es, un nombre que pase desapercibido. Según dicen las crónicas de Foxe, siempre tuvo la esperanza de que el rey retirara su intención de nombrarlo arzobispo, y tanto su vida como su muerte han estado sin embargo marcadas por ese hecho que no pudo evitar, siendo generada para siempre la controversía. Al igual que hay protestantes que en crónicas de la época, o en biografías posteriores, llegan a realzar sus virtudes hasta los límites de la exageración, en el caso contrario, los más fervientes católicos han publicado ensayos breves que pretenden demostrar con muy endebles argumentos, que fue un hombre que no merece la pena ser recordado hoy en día, sino que tendría que haber sido olvidado por el tiempo y la memoria, debido a su gran debilidad y esa supuesta incapacidad para ser consecuente con aquello que predicaba. Pero creo que la maldición de Cranmer no era la cobardía, sino la duda, el no poder tener certezas, y el temor de estar equivocado, o de actuar de manera equivocada. Esa es mi interpretación, al igual que pienso que encontrar una cobardía llana en sus actos es consecuencia de un punto de vista influido por los tiempos modernos: ver muerte y negarse a aceptarla. En esa relación de ideas se reduce a lo sencillo un aspecto que entraría en una doble perspectiva de pensamiento, la perspectiva de las creencias, y la perspectiva de la duda, siendo esta última la que le hacía plantearse demasiado la presión que ejercía su cargo.

También considero que es necesario saber que hay que tener un especial cuidado a la hora de leer en torno a Cranmer, tal y como ocurre con la mayoría de los personajes históricos que han dedicado su vida a la religión o han terminado siendo martires de alguna causa determinada, debido a la manipulación doctrinal de aquellos que aprovechan su historia para respaldar sus propios argumentos o incluso en algunos casos como material litúrgico. Esas disposiciones al mismo tiempo que resultan extremas, evitan dar a conocer aspectos del personaje histórico desde el subjetivismo en una lectura que debería omitir juicios de valor introspectivos.

Y aquí hago un paréntesis, porque no voy a limitarme a hablar de Cranmer. Resulta además, que un día antes pero siete años atrás, fue decapitado del modo más terrible que se pueda imaginar, un hombre que ha sido duramente castigado por el paso del tiempo, y es aquí justamente donde surge el dilema que supondría moralmente honrar a alguien considerado un asesino, un pirata y un traidor a la patria, entre otros tantos adjetivos deshonestos con los que ha sido descrito en las crónicas de su tiempo. (Y desde un punto de vista actual, también sería considerado pedófilo, lo que incrementa el desprecio general por el personaje histórico). Según tengo entendido, son muy pocos los historiadores que se plantean hasta qué punto todo fue como se ha reconstruido en la historia más simplificada. Y si hay algo que detesto, es ver la historia desde el plano de la simpleza, esa historia de manual que no siempre está respaldada por la veracidad, sino que a veces también está respaldada por el mito. Y es eso mismo lo que me lleva a dejar caer inmediatamente la duda respecto a que no todo fuese tan sencillo como lo es aparentemente en esa historia de manual.

Sin embargo, por el contrario de lo que ocurre en torno a la figura de Cranmer, no puedo decir que haya leído lo bastante como para intentar derrumbar dichos mitos desde un punto histórico contrastado, así que espero dentro de un año por esta misma fecha, conocer mucho más acerca de quién fue en realidad este hombre, y poder analizar así, desde el plano de un conocimiento más allá del ya establecido, todas esas huellas que dejó en la historia, y que luchan por tratar de alejarse de la imagen mitificada.

Creo necesario decir que pese a lo que argumenten sus detractores, tanto Thomas Cranmer como el almirante Seymour merecen ser recordados en el día de sus respectivas ejecuciones puesto que ni a Cranmer se le puede exigir la perfección, ni a Seymour se le puede acusar de acumular en sí mismo todos los pecados posibles del misterio de la creacción. Y esto se explica porque bajo mi punto de vista resulta inverosímil tratar de buscar la perfección, o en caso contrario, de buscar la completa culpabilidad, de alguien que ha sentido y respirado el mismo aire que nosotros respiramos, y que también como todos, tuvieron las debilidades y defectos que nos convierten en humanos, y por las que todos nos medimos de un modo que entraría directamente en el concepto de lo relativo.

Para finalizar, voy a hacerlo rememorando una de las grandes pasiones de Cranmer, los libros. Además de tener la capacidad intelectual, la formacion académica y la disciplina personal, con el tiempo obtuvo los medios para poder adquirirlos, y fue así como se hizo con una enorme y amplísima biblioteca en la que solía perderse durante horas. Algunos de los escritos que voy a citar, vieron la luz allí. Dicho eso, ésta es mi selección de bibliografía imprescindible para tratar de conocer a fondo quién fue Thomas Cranmer.

De su puño y letra:

Thomas Cranmer Remains
Prefacio de la Gran Biblia
Homilies y Common Prayer Book
Cranmer's Sermon of Salvation
Cranmer's Sermon on the Knowledge of Scripture
The Institution of a Christian Man
A Necessary Doctrine and Erudition for Any Christian Man
Answer to the False Calumniations of Dr. Richard Smith
Answer unto a Crafty and Sophistical Cavillation
Miscellaneous Writings and Letters of Thomas Cranmer (Editado por J. Edmund Cox)


Para entender su teología desde otros puntos de vista:

Thomas Cranmer: a life, Diarmaid MacCulloch
Cranmer's Doctrine of Repentance, Ashley Null
Cranmer theologian, Geoffrey William Bromiley
Memorials of the Most Reverend Father in God, John Strype


Y para datos biográficos:

Thomas Cranmer: a life, Diarmaid MacCulloch
The life of Thomas Cranmer, William Gilpin
El libro de los mártires, Foxe
Thomas Cranmer, J.R. Broome
The life of Thomas Cranmer, Henry John Todd

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